Una pasión nunca se olvida
Al finalizar el colegio secundario comencé a trabajar. No hubo años sabáticos ni nada por el estilo. Y desde el primer día de laburo aprendí el concepto de responsabilidad, cumplir horarios, intentar ser lo más proactivo posible, y priorizar el trabajo por sobre otras cuestiones. Siempre con el objetivo de ser (o intentar ser) "el mejor" en lo que hago. Por supuesto que eso a veces ocurre y, en otras tantas oportunidades, la misma realidad te supera. De todo se aprende.
A la par de mi vida laboral, fui rotando de establecimientos educativos, intentando encontrar qué corno hacer de mi vida. ¡Qué difícil! Tener que decidir a qué dedicarte para siempre. Muy pero muy complicado para mi forma de ver las cosas. Lo único que siempre tuve claro, y no tengan dudas de que fue así desde que tengo memoria, es que hasta el día que me muera yo iba a jugar al fútbol. A veces lo iba a hacer bien, a veces mal. Pero mi vida está completa si yo estoy dentro de una cancha de fútbol. Y si es con amigos, mucho mejor. Es mi pasión.
Que feo es no tener una pasión. Y hay personas que deben morirse si sentirla. La pasión es de los sentimientos más lindos, fieles y reales que uno tiene. Como ya hemos escuchado en la película "El secreto de sus ojos", es lo único que no se puede cambiar. No tengo ninguna duda con respecto a eso. Mi pasión es el fútbol, así lo vivo, así lo siento.
***
Así fueron pasando los años, las universidades, los laburos. Y el "fulbito" siempre estuvo presente. Creo que fue lo más leal que tuve, que nunca me dejó a gamba. Bueno, hasta ese maldito viernes, claro está. Con 33 años recién cumplidos (y algunos kilos demás), el fútbol me dijo que pare. Me lastimé solo, completamente solo, en una jugada aislada, injustificada, que sigo sin aceptar para qué lo hice (por favor, señor escritor, ponga otra vez en contexto a los lectores): partido entre amigos, pagando la hora de alquiler como corresponde. Victoria parcial abultada, siete u ocho goles de diferencia. Faltaban diez o quince minutos. Habitualmente juego de defensor, pero me gusta mucho subir y marcar goles. Fue justamente en una subida que perdimos la posesión de la pelota y, por miedo a la contra, fui a presionar el despeje del defensor contrario. No llegué a cortar el rechazo y, lo peor, cuando bajé la pierna me rompí todito. Es increíble como sentí el crack - crack. Les juro. Impresionante, sonido horrible que automáticamente me dijo "te rompiste, genio".
Pensando en la recuperación, fui al médico y hablamos de la operación. Ocho meses aproximadamente, (si todo salía bien) para volver a jugar al fútbol. No obstante, las responsabilidades laborales, priorizando una vez más el cumplir con el empleador y los clientes, hicieron que dilate la operación ¡ocho! meses. Decisión totalmente estúpida, pero decisión al fin, y hay que hacerse cargo.
El 31 de enero del año 2023 me operé. Comencé la recuperación, kinesiología, dolores y más kilos. Hasta que el 4 de octubre llegó la tan ansiada fecha de alta. La alegría que sentí fue, les juro, impagable. No dejé pasar ni una semana y arranqué el gimnasio. También retomé el fútbol, en la modalidad mixto. Sigue siendo fútbol, sigue generando esa alegría de estar en una cancha, hacer un gol, ganar un partido. Sigue siendo completamente hermoso. Pero, a mí, me faltaba algo más. Y esto lo hablo representando únicamente mi opinión, o en realidad, mi forma de sentir. Necesitaba volver a jugar un partido con mayor intensidad, poner a prueba mi rodilla yendo a trabar una pelota, o recuperarla yendo a barrer de manera limpia (una de mis virtudes), o volver a rematar con fuerza (cosa que perdí muchísimo en los casi quince meses de inactividad).
Ayer, jueves 11 de enero del año 2024, volví a jugar al fútbol. Ahí estuve, acomodando al equipo, dando algún que otro pase al rival, haciendo dos lindos goles, cometiendo algunos errores en salida, realizando algunas buenas salvadas, corriendo casi todo el partido con una sonrisa de oreja a oreja. El partido fue derrota, totalmente entendible porque éramos el rejunte del rejunte del rejunte. Pero fue hermoso igualmente perder, porque fue adentro de una cancha, donde quiero estar hasta el fin de mis días. Y al terminar el partido confirmé que, por más que uno lo intente, una pasión nunca se olvida. Y se disfruta como el primer día...
P.D.: dedicado a una persona que fue en gran parte motor para mí recuperación. Un humano poco agraciado que, al verme en silla de ruedas cuando me llegué roto al sanatorio, me dijo que ya me tenía que retirar. Gracias por ayudarme a volver más fuerte.
Comentarios
Publicar un comentario