El privilegio de ser contemporáneo a vos



Cuando yo tenía unos siete u ocho años comencé a escuchar de él. Cada persona que me hablaba de él, tenía un brillo en los ojos difícil de explicar. Era como si estuvieran hablando de un Dios, de alguien magnífico que les había concedido el placer de la felicidad eterna. Por lo tanto, mi yo de siete u ocho años quiso empezar a investigar, a conocer cada vez más de esta persona. Así fue como me interioricé y fanaticé por Diego Armando Maradona. Al principio era leer alguna que otra revista, ver imágenes icónicas, algún documental o video en algún canal deportivo. No existía Youtube como para buscar en demanda lo que quisiera. Con el tiempo, mi viejo me conseguía alguna revista homenaje (algo más parecido a un libro) de El Gráfico o de alguna otra editorial, y llegué a su biografía, "Yo soy el Diego de la gente". Hermoso libro, con muchas anécdotas e historias narradas por él mismo.

No había día en el que lamentara no haber podido vivir en vivo su carrera futbolística. El mejor jugador del mundo, según muchos, en ese duelo eterno con el brasileño Pelé. Para mí, sin lugar a dudas, el mejor era el nuestro.

Recuerdo solo algo muy escaso de su última etapa en Boca, y por supuesto que disfruté muchísimo su partido despedida, su etapa de Showbol y su programa "La noche del 10". Ni hablar cuando lo tuvimos de DT en la Selección Argentina. Gran ejemplo de que la pasión le ganó a la razón, pero qué lindo fue.

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No tengo presente el momento exacto en que escuché hablar de él. Probablemente haya sido previo al amistoso que se organizó exclusivamente para asegurarnos que juegue para nuestra selección y no para la española. No quiero fingir que estuve pendiente de su debut amistoso con el Barcelona, ante el Porto, unos meses antes. La verdad es que no tengo claro cuándo fue que el nombre de Leo Messi entró en mi vida.

Lo cierto es que, una vez que oí su nombre, nada fue igual. Trataba de estar atento a sus primeros pasos en el Barcelona. Buscaba saber si era verdad que podía llegar a jugar para la Selección de España. Ese famoso amistoso contra Paraguay en la cancha de Argentinos Jrs. fue un alivio. Si bien era solo una promesa, tenía características muy similares a Maradona, y eso llamaba la atención de mucha gente. Pero principalmente, llamaba mucho mi atención. Era la posibilidad muy latente de ver algo parecido a lo que me había perdido un par de décadas atrás.
 
Nunca quise compararlos. Quizá, por características, era inevitable. Los dos jugadores zurdos, hábiles, ofensivos, bajitos. Los dos jugadores son argentinos. Cada uno con lo suyo, pero había similitudes. Mi felicidad era inmensa, entendía que el universo me había dado la posibilidad de vivir al menos algo de lo que tantas personas disfrutaron con Diego.
 
Tampoco quise cargarme de expectativas, o mejor dicho, cargarlo de expectativas a Leo. Era un pibe muy joven, que en el Barcelona iba ganando terreno muy de a poco. En la Selección Argentina, luego de ese amistoso, comenzó a ser convocado con mayor fluidez para las juveniles. Fue figura en el Sudamericano 2005 y se venía la Copa del Mundo Sub 20 en Países Bajos. En mi cabeza pasaba todo el tiempo el pensamiento de que Maradona había ganado ese mismo torneo en 1979. 
 
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Copa del Mundo Sub 20 en Países Bajos, campeón y goleador. Figura total. ¿Cómo no ilusionarme, luego del golazo ante España o ante Brasil? En la final estuvo imparable. El mundo lo empezaba a conocer, y el Barcelona sabía que tenía un as bajo la manga. Obviamente, nuestra selección también lo sabía.
 
Llegó al Mundial de Alemania 2006 como campeón de Champions League. Si bien no era protagonista absoluto de un equipo que contaba con Ronaldinho, Eto´o, y Deco como principales figuras. Leo fue parte de ese plantel, anotando un gol en fase de grupos ante el Panathinaikos de Grecia.
En el Mundial, fue como suplente y promesa. Pudo mostrar sus habilidades ante Serbia y Montenegro, Holanda y México, convirtiendo un gol y una asistencia en su debut. 
Contra Alemania en cuartos la historia es conocida y la imagen del final, muchas veces repetidas en portales y programas, es inentendible. Leo, con cara poco agraciada, en el banco, resignado sabiendo que no iba a tener minutos y que no iba a poder ayudar al equipo a llegar a las semis.
 
Año a año, el nivel de Leo iba creciendo. Cada vez más importante en su club, cada vez más presente en la Selección. Goles, gambetas, asistencias. No me perdía un partido del Barcelona ni loco. Y esperaba con ansias los partidos de Argentina para verlo brillar con su querida celeste y blanca. Él siempre se mostró argentino, luchando por su sueño de ganar todo con su país.
 
A medida que pasaban los años, Messi se convirtió en Dios en Barcelona. Ganaba premios colectivos e individuales. Rompía récords. Ya lo expresé en otras ocasiones, pero estoy casi convencido de que Leo estornudaba y hacía un gol. Parecía fácil para él. Mientras tanto, con la camiseta argentina todo le costaba el triple. 
Cuando en Barcelona ganaba Ligas y Champions, en Argentina perdía Copas Américas y Mundiales. Para colmo, estos pseudos hinchas argentinos, que tienen como ídolo solo al resultado, lo puteaban. No puedo explicar cuánto me dolía. Y encima me peleaba, discutía con esos energúmenos. Me costaba entender por qué no veían o sentían lo mismo que yo.
 
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Así pasaron los mundiales de Sudáfrica, Brasil y Rusia. Pasaron las Copas Américas de Argentina, Chile y EEUU. Eliminaciones y subcampeonatos era lo que Leo obtenía. Comprendo que sea una tristeza enorme salir segundo, pero también entiendo que estando tan cerca de cumplir el objetivo, no me entra en la cabeza que tilden eso como un fracaso.
Y Leo seguía, insistía. Renunció a la selección, lamentablemente. Pero ahí, en ese momento de podredumbre, apareció todo el amor del verdadero hincha argentino. Rogándole, implorándole que no se vaya. Cartas de niños, videos, juntadas en la calle pidiendo para que siga insistiendo por lograr su sueño.
 
Y Leo volvió. Se plantó, se enojó. Empezó a ser ese capitán, ese líder que la Selección precisaba. Que la nueva generación liderada por Scaloni (ese DT inexperto del que todos hablaban barbaridades) se apoye en el mejor jugador del mundo. Y Messi fue más Messi que nunca. Comenzó a darse vuelta la historia: con la albiceleste llegaron más y más goles, sus primeros títulos, la gloria máxima y el amor absoluto del pueblo argentino. En cambio, el Barcelona lo desterró y el PSG de las estrellas lo recibió y abucheó cada vez que pudo. 
 
Copa América en Brasil, Finalíssima en Wembley y la gloria máxima en Qatar, ganando la Copa del Mundo. En todo, siendo líder, capitán, goleador, asistidor y figura. Encontró un grupo de jugadores que dejaban la vida por él, y él les agradeció mostrando su mejor versión. Menos electrizante, pero un futbolista cada vez más completo. 
 
Pasaron Balones y Botas de Oro. Pasaron goles, asistencias, gambetas, títulos. Alegrías y tristezas. Gloria y decepciones. Absolutamente todo, lo viví junto con él. Demás está aclarar que no me quiero colgar de sus medallas, pero sé que estuve con él desde el primer día. 
 
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Agradezco, con la mayor de las sinceridades, haber podido ser contemporáneo a Leo Messi. No hay mayor alegría futbolística que ser hincha de él. Ser su fanático y que él sea mi ídolo máximo. Sabemos que falta poco para que todo esto se termine, por lo que sigo disfrutándolo cada vez que puedo, ya sea con la Selección como con el Inter de Miami.
 
 
"Y si mañana es el último concierto? ¡Bueno, festejemos!"

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